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Galería Lucía Dueñas

I am magic

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I am magic - Las invitadas - 51 x 73 cm., impresión inkjet sobre papel de algodón, edición de 5.

Las Invitadas

I AM A WOMAN surge desde uno de los principios críticos del feminismo actual, la inversión de roles de género como herramienta para el análisis y un cauce para el empoderamiento femenino. Mucho antes de que Verónica Ruth Frías llevase esta sentencia a la categoría de obra de arte, el artista Glenn Ligon hizo lo propio desde su condición de varón negro y homosexual a partir de las palabras I AM A MAN, sencilla proclama que sin embargo atesoraba un dilatado significado al provenir de la reivindicación de unos huelguistas afroamericanos en Memphis (1968). Glenn Ligon llevó la pancarta al lienzo sin más cuestiones de estilo que la tipografía del original, negro sobre blanco.

Verónica traza los principios del corpus artístico I AM A WOMAN como consecuencia directa de aquellos supuestos, esta vez (medio siglo después) para aseverar que es necesario hablar desde la condición de mujer. En todos los ámbitos de la vida, por supuesto, pero en particular en el mundo del arte, donde las mujeres difícilmente acceden a cuotas de poder en la gestión, así como en selecciones curatoriales de museos y exposiciones, o en el riguroso filtro de libros especializados y críticas de arte. Es precisamente la palabra escrita la que ha ninguneado al género femenino, propiciando pseudónimos masculinos o sencillamente la invisibilidad y el olvido, una de las barreras más efectivas a que se han sometido y se siguen sometiendo las creadoras de cualquier época.

Durante el pasado 2018 leímos con estupefacción al octogenario Georg Baselitz jactándose de la inferioridad del sexo femenino en lo relativo a la creación artística, justificando las desigualdades obvias entre el coleccionismo de artistas de uno y otro género. El mercado está en lo correcto. Las mujeres simplemente no pasan la prueba. Se nos hace difícil admitir que en tiempo presente se utilice esa posición de artista encumbrado por el éxito para validar un silogismo de siniestra raigambre totalitaria.

I AM A WOMAN funciona como un proyecto de carácter coral en el que la artista hace partícipes a las mujeres de diferentes entornos socioculturales, mediante un abanico de acciones complementarias que todavía se encuentran en desarrollo y en paulatina expansión, desde la premisa de la viralidad inherente a toda forma de activismo del presente. Al invitar a las mujeres a ser retratadas con estos nuevos eslóganes de emancipación y visibilización, o a ser tatuadas con ellos, enfatiza la que se ha convertido en una de las principales claves del movimiento feminista actual: la sororidad. Ellas hicieron suyo el mensaje e hicieron trascender la vocación performática inicial, para constituir con sus propios cuerpos una especie de exposición no estática.